Arturo Tendero: Adelántate a toda despedida. Editorial Pre-textos, Valencia, 2005.

Hänsel


A cierta hora, en otoño, atardeciendo,

se desdibujan los rumbos cotidianos

y vuelve la ciudad

a ser desconocida y misteriosa

como lo fue en los límites de lo recordable,

en el umbral de saber o no saber quién eras,

cuando algún familiar te alejaba del barrio

hacia un reino de afueras y de escombros,

y de tapias albeadas,

y de bombillas tenues, y de lunas

gigantes y naranjas detrás de unos tejados.

Este instante de pérdida,

fugaz como un vahído, por calles infrecuentes,

es un regreso leve a aquella edad,

muy cerca de estaciones donde hueles

el olor sin retorno de los viajes que hiciste.

Aquí, a donde has llegado,

mengua la luz, se oye

el lento descolgarse de los años,

cómo crecen las sombras y se cierne la noche.

Entonces se abre paso en tu desvalimiento

un instinto que casi te domina:

alzar la mano en busca del adulto

que, tirando de ti, te devolvía a casa.

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